Las
huellas del glaciarismo. El Lago Enol
El
relieve de las zonas altas de los Picos de Europa muestra signos inconfundibles
de la
acción
erosiva de sistemas glaciares, que fueron ya puestos en evidencia por Hugo
Obermaier en1914. A pesar de que debieron ser varias las etapas glaciares que existieron
durante el Cuaternario, suponemos que fue la última de ellas, borrando el
modelado previo o superponiendo su acción a las formas anteriores, la
responsable del modelado glaciar conservado.
Durante
la última glaciación, el hielo se acumuló en circos glaciares que llegaban en
muchas ocasiones a unirse entre sí cubriendo, a modo de casquetes glaciares de
montaña, las plataformas altas de los Picos, de las que únicamente emergerían
las torres y aristas elevadas. En estos casquetes, el espesor del hielo debió
ser muy variable, llegando a superar los 300 m en las zonas mas profundas,
situadas sobre las depresiones de los circos y cubetas glaciares.
De
los tres casquetes que cubrieron los respectivos macizos de los Picos de
Europa, el más
extenso
fue el del Cornión o Macizo Occidental que, con una superficie próxima a los 50
km2,
constituye
el mayor sistema glaciar cantábrico.
Aunque
el nivel de las nieves perpetuas se situaba en torno a los 1500 m de altitud,
las
lenguas
glaciares descendían desde estos casquetes elevados a través de valles y
canales,
alcanzando
frecuentemente cotas de 700 u 800 m. En situaciones muy favorables, bien por su
pendiente
o por su extensa cuenca de alimentación, estos frentes descendían incluso por
debajo de los 500 m, como en el caso de Capozo, Mesones, Moeño, Dobresengros o
el Texu, modelando los valles cuya morfología, con fondos planos y escarpadas
laderas, resulta característica de la erosión glaciar.
En
los Lagos de Covadonga se conserva el más complejo conjunto morrénico frontal,
sobre
el
que se asienta el Lago de la Ercina. Otras morrenas importantes en el Cornión
se reconocen en Belbín y las Vegas de Llós y Arestas o en el entorno de Caín.
En el Central las más importantes son las de Amuesa y las de Aliva, mientras
que en Andara destaca la de la Llama y otros pequeños depósitos de la vertiente
lebaniega.
La
dinámica fluvial y el sistema kárstico
Los
ríos de los Picos de Europa son cauces con un trazado rectilíneo, con lechos
irregulares
en
los que son frecuentes las cascadas y los rápidos, así como los grandes bloques
caídos desde las laderas y empujados por las fuertes avenidas. Siempre
discurren sobre el sustrato rocoso al que siguen erosionando, sin que existan
depósitos aluviales de mínima importancia, características todas ellas propias
de otros muchos ríos de montaña. Su régimen de caudal, de marcada influencia
nival e importante torrencialidad, es igualmente común a este tipo de cauces,
cuyo habitualmente tranquilo discurrir contrasta mucho con el enorme caudal y
energía manifestada en los momentos de avenida, lo que coincide con intensos
episodios lluviosos y, singularmente, con eventos de rápida fusión del manto
nival acumulado en las alturas.
Una
singularidad del sistema fluvial en estas montañas viene dada por la naturaleza
kárstica
de la unidad. En efecto, las calizas carboníferas, que dominan el sustrato, son
rocas
bastante
solubles frente a la acción de las abundantes aguas meteóricas. Estas aguas han
ido
disolviendo
la superficie de los Picos pero también el propio interior del macizo rocoso,
infiltrándose
a través de las fracturas progresivamente ensanchadas por efecto de la
disolución.
Este
fenómeno, el de la karstificación, alcanza en Picos de Europa una entidad y una
singularidad
difíciles de igualar en todo el mundo, como lo prueba la existencia de un
nutrido
grupo
de cavidades de desarrollo vertical (simas) que se encuentran entre las más
profundas de la Tierra..